Cancerbero

Firma convidada: Pat Andrews

En un bosque se bifurcaron dos caminos, y yo... Yo tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia.
Robert Lee Frost


Era un sala rectangular de unos 70 m2 de baldosa, se entraba desde la calle, totalmente libre, ni un solo mueble, sólo dos puertas en sus paredes laterales por la una se accedía desde la calle por la otra después de bajar tres escalones se llegaba a la vivienda de mi primo, hijo del hermano de mi madre. Mi tío Pepe. Una de las paredes laterales de unos 6 metros de largo por tres de alto fue mi primera portería. Volaba de un lado a otro de la pared a los chutazos con mala leche de mi primo y a los colocados de mi tío que era un verdadero fanático del fútbol y del Barça.

Los domingos nos recorríamos todos los campos de tierra de acceso directo y sin vallas que había en las inmediaciones de la Diagonal. Solíamos comenzar por el campo del Cataluña las Corts que estaba situado justo donde ahora esta el cruce Travesera de las Corts con Numancia. Recuerdo que allí había un bar en el fondo del cua, donde intuía debía haber unos vestuarios donde se cambiaban los equipos. Y mientras tomábamos algo con mi tío, veíamos salir los jugadores que tenían que atravesar una calle para entrar en el campo. En la medía parte podíamos salir con nuestra propia pelota, que llevábamos en una red que recuerdo vieja pero perfecta, a dar unas patadas. Yo inmediatamente me colocaba debajo de los palos y paraba tanto nuestra pelota como todas las que viniesen. No recuerdo que me marcasen ni un solo gol. Estoy fatal de memoria. El Cataluña las Corts jugaba con camisola azul y pantalón blanco, el ídolo local era un tal German que trabaja de camarero en el bar.

Luego solíamos cruzar la Diagonal e ir al campo del Bergadà, campo también abierto situado frente al campo del Español de Sarriá, justo enfrente, al otro lado de la carretera de Sarriá. Jugaban con camiseta amarilla y pantalón azul.

Faltaría a la verdad si no dijese que mi tío desde pequeño me hizo poner de portero porque mi habilidad con los pies no era como la de mi primo.Y porque mi agilidad y locura para tirarme por el suelo y por los aires quedó pronto puesta de manifiesto.

Luego casi enseguida, el primer año que podía jugar como federado, supongo que sobre los 10 años, fiché por el infantil del Sants. El campo de hierba era como un viejo estadio inglés, con la tribuna de madera. Éste sí que estaba vallado. Se situaba donde ahora está la gasolinera de la calle Galileo y Avenida de Madrid.

Solo jugué allí una temporada y fue el final del esplendor del Sants como equipo de barrio. Empezó una peregrinación por diferentes campos de Barcelona: Poble Sec, Iberia, y también llegamos a jugar como locales, pocos partidos, en el viejo campo de Les Corts.

Luego, cuando empecé a estudiar con los jesuitas, me captaron los “pijos” del Barcino y decidimos, en familia, no intentarlo con el juvenil del Barça porque había demasiados entrenos: la opción fue primero los estudios. Seguro que me hubiese divertido mucho menos y hubiese llegado al mismo sitio. Así el Barça se convirtió en mi enemigo real en la competición, y en mi favorito como equipo de primera división. Cosas que pasan.

Historias luego mil y una, pero como ración de abuelo cebolleta pienso que ya esta bien por hoy ¿no?

Fotos: Pat Andrews, jugant de porter al Sants, a principis dels anys 60.